lunes, 11 de febrero de 2008

Errico Malatesta. Gran filosofo anarquista

Anarquista es, por definición, aquél que no quiere estar oprimido y no quiere ser opresor; aquél que quiere el máximo bienestar, la máxima libertad, el máximo desarrollo posibles de todos los seres humanos.
Sus ideas, su voluntad tienen origen en el sentido de simpatía, de amor, de respeto hacia todos los humanos: sentimiento que debe ser lo bastante fuerte para inducirlo a desear el bien de los demás como el suyo propio y a renunciar a aquellas ventajas personales que exigen, para ser obtenidas, el sacrificio de los demás.
De no ser así, ¿por qué debería ser enemigo de la opresión y no procurar, en cambio, convertirse en opresor?
El anarquista sabe que el individuo no puede vivir fuera de la sociedad, que incluso no existe, en cuanto individuo humano, de no ser porque lleva en sí los resultados de incontables generaciones pasadas y se aprovecha durante toda la vida de la colaboración de sus contemporáneos.
Sabe que la actitud de cada uno influye, directa o indirectamente, sobre la vida de todos reconoce, por lo tanto, la gran ley de la solidaridad que predomina en la sociedad como en la naturaleza. Y, como desea la libertad de todos, tiene que desear que la acción de esta necesaria solidaridad, en lugar de ser impuesta y sufrida inconsciente e involuntariamente, en lugar de ser desatendida y ser explotada con ventaja para unos en detrimento de otros, pase a ser consciente y voluntaria y se realice, por lo tanto, en igual beneficio de todos.
O ser oprimido, o ser opresor, o cooperar voluntariamente para el mayor bien de todos. No hay otra alternativa posible; y los anarquistas están naturalmente, y no pueden no estarlo, a favor de la cooperación deliberada y libre.
Que no nos vengan con <> y hablarnos de egoísmo, altruismo u otros rompecabezas. Estamos de acuerdo: somos todos egoístas, todos buscamos nuestra satisfacción. Pero es anarquista aquél cuya máxima satisfacción es la de luchar para el bien de todos, para la realización de una sociedad en la que él pueda encontrarse, hermano entre hermanos, en medio de hombres sanos, inteligentes cultos y felices. El que, en cambio, puede adaptarse, contento, a vivir entre esclavos y a sacar provecho del trabajo de los esclavos, no es, no puede ser anarquista.

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